Segunda mirada: Via Lluire
El domingo, caminando cerca de mi casa en Providencia, tropecé de casualidad con una celebración de la Asamblea Nacional Catalana. Eran varios centenares de personas reunidas en un parque: hombres mayores, jóvenes, mujeres y niños, ataviados con camisetas blancas y señeras, como llaman ellos a su bandera de franjas rojas y amarillas. Las fuerzas independentistas […]
El domingo, caminando cerca de mi casa en Providencia, tropecé de casualidad con una celebración de la Asamblea Nacional Catalana. Eran varios centenares de personas reunidas en un parque: hombres mayores, jóvenes, mujeres y niños, ataviados con camisetas blancas y señeras, como llaman ellos a su bandera de franjas rojas y amarillas.
Las fuerzas independentistas de Cataluña han decidido transformar las elecciones autonómicas del próximo 27 de septiembre en un plebiscito para avanzar en su camino de autodeterminación. Otros sectores exigen que esto se haga mediante un referéndum específico. Se trata, por supuesto, de un camino que catalanes, y españoles en general, deben acordar bajo sus propias reglas.
Sin embargo, sin tener vínculo alguno con Cataluña, ni simpatías especiales hacia cualquier tipo de nacionalismo, no era difícil advertir en aquella festividad del domingo —pacífica, alegre, familiar, luminosa— la conciencia de comunidad que da forma a una nación.
J. J. Cruz