Sobre el deterioro de Viña del Mar
“Lo que para algunos es deterioro, para otros es pura nostalgia por una ciudad que, como nos ocurre a todos, jamás volverá a ser lo que fue”.
En los últimos días se ha producido un interesante intercambio de opiniones e informaciones acerca del supuesto decaimiento de Viña del Mar. Al respecto, cuesta no estar de acuerdo con las afirmaciones de Agustín Squella cuando acusa que la proliferación indiscriminada de la construcción en altura, la congestión vehicular y el caos del transporte público, o la falta de control del espacio urbano, entre otros síntomas, han vuelto a la antigua Ciudad Jardín un lugar menos grato para vivir.
Es necesario, eso sí, acordar primero el significado de este diagnóstico. Lo que para algunos es deterioro, para otros es una consecuencia irreversible de la modernidad y, por lo tanto, pura nostalgia por una ciudad que, como nos ocurre a todos, jamás volverá a ser lo que alguna vez fue. Viña del Mar se ha transformado también en el centro de la aglomeración del Gran Valparaíso, y la literatura especializada señala que algunos de los problemas que padece son propios de esta condición. Tampoco corresponde imputar todos los problemas a la gestión de la actual alcaldesa. Muchos de ellos, como la congestión o el transporte, están lejos de su alcance o del de cualquier alcalde.
Por otro lado, sin embargo, el diagnóstico de la alcaldesa Reginato es más complaciente de lo que corresponde a alguien en su posición. Después de doce años en el cargo, no es posible exculparse de la evidente ausencia de planificación urbana, que aparece en la raíz de los problemas, o de las fallas de gestión en un municipio que, supuestamente, debiera controlar al revés y al derecho. La denuncia de la Contraloría sobre pago irregular de horas extraordinarias es un escándalo que merece una buena explicación de su parte.
Con todo, personalizar las críticas no es la mejor vía para salir adelante. Por eso, las propuestas que Squella hace en su última columna (limitar la reelección de alcaldes, aumentar la competencia de los concejos, profesionalizar la planta municipal, mejorar la transparencia y rendición de cuentas o limitar las contrataciones a honorarios, entre otras) son desafíos de los cuales debieran hacerse cargo no sólo la edil viñamarina, sino también muchos de sus pares.
Mal que mal, si la alcaldesa Reginato ha ganado tres elecciones consecutivas con tal comodidad, en buena parte se debe también a la ausencia de una oposición confiable o capaz de plantear un proyecto comunal alternativo. Y cuando esto sucede, se agradecen las voces que, como el niño del cuento de Andersen, son capaces advertirle al rey que va desnudo.