Ciclos, Lagos y Alessandri
Por Hugo Herrera
“La clase media no es el proletariado. Su problema no es el hambre; por lo mismo, su estallido es más difícil de comprender y articular”.
Por Hugo Herrera
La historia a veces sorprende. Sorprende, por cierto, más a quienes menos saben de ella. Ricardo Lagos es un político que se distancia por lejos de su clase en cultura y comprensión. Hace poco lo escuchamos decir —¡por fin!— que las regiones chilenas deben ser mucho más grandes, pues sólo entonces son viables; todo eso mientras el Gobierno y los operadores de provincia las siguen dividiendo y debilitándolas. Lagos sabe más que sus pares no sólo de mecánicas de poder territorial, también de historia política y social chilena.
Le consta que hubo un Presidente, Alessandri —el León—, que gobernó dos veces, primero en una alianza de centroizquierda, luego en otra de centroderecha. Ha dicho, Lagos, que no quiere ser el Alessandri del siglo XXI.
Los paralelos no se detienen en la posibilidad de que desde la derecha se tienten a apoyarlo o a gobernar con él. No es difícil advertir coincidencias, especialmente entre el Lagos más estadista y los grupos con conciencia política más desarrollada en ese sector. Hay, además, semejanzas entre el período histórico dentro del cual se ubican los dos gobiernos de Alessandri y nuestra época presente, que van mucho más allá de la anécdota.
Alessandri encabeza, en su primer gobierno, una coalición que pretende articular a una clase social que ha irrumpido en la vida del país: el proletariado. Su agenda de transformaciones buscaba darles cauce a las nuevas pulsiones de grupos que no encontraban aún reconocimiento en el sistema político y económico nacional. En el segundo gobierno, ciertamente, da un giro, pero en una dirección a la que se puede llamar estabilizadora. Algo de las pulsiones populares es traicionado y queda reconocido en un nuevo orden que, desde entonces, cuenta con un consenso político extendido y un ethos republicano y centrista, que durará por décadas. Ese, además —por cierto— de la parte más triste y violenta de las matanzas, es el legado de Alessandri.
De manera parecida a cien años atrás, hoy emerge en Chile un grupo social parcialmente nuevo: una clase media que pasó del 20 por ciento en los noventa a casi el cincuenta por ciento de la población hoy. La clase media no es el proletariado. Su problema no es el hambre; por lo mismo, su estallido es menos violento, pero mucho más diferenciado y difícil de comprender y articular. Teme volver a la pobreza; busca reconocimiento económico, pero también social; sobre todo: educación. Feliz en su esfera íntima, desconfía del orden institucional: del mercado y del Estado.
El Lagos de la transición llevó a esa clase media al poder y siguió el camino de transformaciones que nos tiene hoy con la clase media y con la crisis actual. ¿Será él —y probablemente esta sea la pregunta que se esté haciendo— quien haya de plantear un nuevo pacto, ese que nos sumirá en una política de transformaciones y republicanismo?