Desconcierto eclesial
La desconfianza parece estar no únicamente hacia la Iglesia, sino que también en el seno mismo de ella. Y no sólo por los escándalos; también en lo que corresponde a la doctrina. En el Sínodo de la Familia, que se realiza en Roma, han aparecido dos posiciones contrarias respecto de los divorciados y vueltos a […]
La desconfianza parece estar no únicamente hacia la Iglesia, sino que también en el seno mismo de ella. Y no sólo por los escándalos; también en lo que corresponde a la doctrina. En el Sínodo de la Familia, que se realiza en Roma, han aparecido dos posiciones contrarias respecto de los divorciados y vueltos a casar y su recepción de la comunión, como también respecto de los homosexuales y su matrimonio.
Una carta de cardenales al Papa mostró desconfianza, afirmando que el Sínodo estaba ya “cocinado” y que el aperturismo era dirigido mediante nombramientos ad hoc y el trabajo de los círculos menores, algunos de ellos nombrados por el mismo Papa.
No hay duda de que hay que buscar soluciones a un problema que es grave y voluminoso, pero es fundamental que ello no sea en contra de la doctrina, que se fundamenta en las palabras de Cristo. Durante siglos la Iglesia ha regulado el matrimonio heterosexual y ha visto causales de nulidad. Ello no ha ido en contra de la doctrina.
Será el Papa quien dirá la última palabra al respecto de la realizad y riqueza de la familia, el divorcio, los homosexuales y la recepción de la comunión. Pero ni siquiera él está por sobre la palabra de Cristo, y debe ajustarse a ello.
Se hace difícil a veces ver con claridad lo que el Papa quiere decir, pues sus palabras pueden ser interpretadas de diversas formas. Tal vez sería mejor no dejar a la interpretación palabras tan importantes como, por ejemplo, la referencia que S. S. hizo del tema de Bolivia, Chile y el mar.
Un sínodo convocado para estudiar la vida de los cristianos y proponer soluciones a las dificultades en su caminar, como el matrimonio, las uniones libres o la realidad gay, debería manifestar con claridad cuáles son las formas evangélicas de vivir lo humano y su relación con la naturaleza. Así, para la doctrina tradicional y normal acorde al Evangelio, debe, imperativamente, ser tenido como lo fundamental.
Las situaciones inéditas que nuestra cultura ha traído —uniones de hecho, matrimonio igualitario, uniones entre personas del mismo sexo— son humanas, y bastante difundidas, pero no necesariamente son evangélicas. Amor, comprensión e inclusión, sí, pero no aceptación de lo que está en contra del Evangelio. Encontrar un camino de solución es difícil tarea para el Sínodo.