El desafío de gobernar Argentina
“Sólo en 2014 el gobierno argentino sumó 7.500 nuevos empleados, muchos de organizaciones kirchneristas, como La Cámpora y otras”.
Sea el opositor Mauricio Macri o el oficialista Daniel Scioli, quienes se enfrentarán en la segunda vuelta del 22 de noviembre, el próximo Presidente de Argentina tendrá una dura tarea. El desafío más urgente será sacar de la UTI a la deteriorada economía, golpeada, entre otros males, por unas arcas fiscales casi vacías.
El fuerte aumento del gasto público, que este año ha crecido 41%, y la caída en los ingresos, han situado el déficit fiscal por encima del 6%. El país tampoco tiene acceso expedito al crédito internacional, y depende de los recursos de la seguridad social, estatizados hace siete años, y las reservas del Banco Central, las que, según los expertos, no superan los 10 mil millones de dólares. Ambos candidatos han hecho propuestas para escapar de la zona crítica, aunque Macri apuesta por un shock, que probablemente implicará un ajuste y la consiguiente resistencia en la ciudadanía, y Scioli por una salida más pausada pero que podría ser insuficiente.
En el caso del ex alcalde de Buenos Aires, sin embargo, el panorama supone una dificultad adicional. Instalado en la Casa Rosada, Macri tendría que lidiar con un aparato estatal monstruoso, que ha crecido sin control, y políticamente adverso. Una estimación en base a datos oficiales señala que el número de funcionarios aumentó de 2,3 millones en 2004 a 3,7 millones en 2014, considerando los sectores nacional, provincial y municipal, pero no las empresas públicas reestatizadas.
Sólo en 2014 se sumaron 7.500 nuevos empleados de planta. Muchos de éstos corresponden a militantes de organizaciones kirchneristas, como La Cámpora y otras, que han prometido defender el modelo “nacional y popular” y se encargarán de hacerlo desde sus puestos de gobierno. Más todavía si, como se anticipa, una derrota de Scioli deja a Cristina Fernández como jefa de la oposición, y en buena ubicación para tratar de volver a la Presidencia en 2019.
Un lugar común de la política argentina dice que cualquier partido puede ganar una elección, pero sólo el justicialismo (peronismo) puede gobernar. Se trata de una exageración evidente, pero lo ocurrido en los últimos dos gobiernos no peronistas, que debieron renunciar antes de terminar su periodo, da cierta credibilidad al aserto. Para Macri —y en menor medida también para Scioli, que no tiene la máquina kirchnerista de su lado—, gobernar será un desafío político enorme. Requerirá desde el inicio de generosidad, flexibilidad y habilidad para construir mayorías, no sólo en el Congreso y entre los gobernadores provinciales, sino que también, aunque parezca absurdo, al interior del propio Ejecutivo.