El negocio del Canal del Fútbol
“La transparencia es una condición para que el fútbol siga contando con la fidelidad de sus seguidores”.
En 2002, el empresario Jorge Claro logró convencer al entonces presidente de la Asociación Nacional de Fútbol Profesional (ANFP), Reinaldo Sánchez, de hacer un negocio que por entonces causaba enormes dudas: que los propios clubes profesionales, en lugar de vender sus derechos de transmisión a terceros, como era la costumbre y lo sigue siendo en el resto del mundo, los comercializaran por su cuenta a través de un canal propio. La ANFP entregó a Claro la administración y el 20% de la propiedad del canal, que comenzó a transmitir en abril de 2003, y se quedó con el 80% restante. Los números señalan hoy que fue una buena decisión: un estudio de la consultora PwC valorizó el canal en 967 millones de dólares, casi el doble de lo que valía hace sólo cinco años, y mayor a la suma del valor de todas las estaciones de televisión abierta juntas.
La ANFP tiene, hasta fines de este año, la oportunidad de comprar el porcentaje que está en manos de Claro. Esto permitiría a los clubes recibir el total de las ganancias del negocio, y que superan los cien millones de dólares anuales. Se han conocido además dos ofertas internacionales para comprar el Canal del Fútbol (CDF), ya sea total o parcialmente, lo cual significaría una inyección gigantesca de plata, sacrificando eso sí la posibilidad de un flujo constante de dinero a lo largo de los años.
Parecen opciones atractivas para los dirigentes. El dinero que reparte el CDF es la principal fuente de ingresos para la mayoría de los equipos. No hay que perder de vista que el fútbol profesional, sobre todo a partir de la transformación de los clubes en sociedades anónimas, es un negocio, con accionistas que legítimamente buscan obtener ganancias de su inversión.
Sin embargo, hay varios aspectos a tener en cuenta. Una de las claves del éxito del canal ha sido la administración independiente de los clubes, si no editorialmente, al menos sí en términos comerciales. Mantener el producto a salvo de los intereses particulares de cada club parece un requisito para que el negocio siga creciendo a las tasas actuales, y para ello es necesaria una administración externa, como la que ha tenido hasta ahora.
Otro punto a tener en cuenta es la necesidad de claridad respecto del destino de los fondos. Por las características especiales del negocio, los clubes tienen obligaciones que van más allá de sus accionistas, y se extienden también a sus hinchas. Asegurar la transparencia de los dineros en juego, en caso de que se concreten las millonarias transacciones previstas, es una condición necesaria para que el negocio del fútbol siga contando con la fidelidad –y los ingresos– que sus seguidores generan.