El peso muerto de las consignas
Por Sergio Muñoz Riveros
“La simplificación de la realidad en consignas inviables se ha demostrado autodestructiva”.
Por Sergio Muñoz Riveros
Este gobierno ha pagado —y quizás seguirá pagando— un alto costo por haber creído que podía impulsar políticas públicas que fueran el eco de las consignas de la calle. De allí nacieron las promesas que la Presidenta no puede ni podrá cumplir. Los ejemplos más elocuentes están en la educación. La proclama que anunciaba “educación pública, gratuita y de calidad” derivó en la llamada ley de inclusión, aprobada en 2014, cuyo propósito era reducir la educación particular subvencionada y acrecentar el peso de la estatal. ¿El resultado? Los colegios públicos no han mejorado en nada ni tienen expectativas de hacerlo, y además seguirán perdiendo alumnos, ya que muchos emigrarán hacia los subvencionados que tenían bajo copago y ahora serán gratuitos. En suma, platas del Estado para consagrar una mayor segmentación.
La promesa de “gratuidad universal en la educación superior” fue una expresión de populismo. Pocas veces habíamos sido testigos de un discurso tan altisonante y una práctica tan chapucera. El “cambio de paradigma” se producirá en una glosa de la ley de presupuesto del próximo año que buscará disimular el distinto trato a alumnos igualmente vulnerables que estudian en instituciones distintas. La verdad es que las platas no alcanzan ni para los alumnos de las universidades estatales, y puede llegar a ser descomunal el desbarajuste financiero que se producirá en muchas instituciones, estatales y privadas. La ministra Delpiano se esfuerza por seguir las instrucciones presidenciales (¡no a las becas!), atender los reclamos de los rectores y tratar de mostrar coherencia allí donde no existe, pero será casi inevitable que pague los platos que rompieron otros. Por ejemplo, Francisco Martínez, jefe de educación superior del Mineduc, que sigue impertérrito en su cargo. Y Nicolás Eyzaguirre, padre de la criatura, ahora en La Moneda.
La simplificación de la realidad en consignas inviables se ha demostrado autodestructiva. Por eso, es penoso que se siga usando una retórica de gran gesta en momentos en que se extiende la frustración entre quienes votaron por Bachelet. En el acto del domingo en el Caupolicán, ella dijo: “Que no nos invada el pesimismo de los que quieren que todo siga igual”. O sea, quienes critican son conservadores, enemigos de los cambios. Ese modo de presentar las cosas no enaltece a la Mandataria: el discurso de la justicia no convierte en buenas las reformas mal hechas.
El día anterior, el secretario general del PS, Pablo Velozo, dijo que todos los partidos del conglomerado tienen la convicción de “proyectar consistentemente a la Nueva Mayoría como el pacto que debiese gobernar Chile por muchos años”. ¿Gobernar por muchos años? ¿Y tendríamos que estar contentos ante esa perspectiva?