¡Exijo una explicación!
“¿Acaso nuestras autoridades no saben que la justicia no es infalible, que los jueces de La Haya tienen su propia agenda?”.
Intentar transformar una derrota en victoria es un insulto a la inteligencia del país, y reincidir en el error es patético. Chile merece que sus gobernantes reconozcan haberse equivocado rotundamente en la estrategia para enfrentar la demanda boliviana. ¿Por qué Chile aceptó el arbitraje de la Corte Internacional después de la derrota que nos infligió Perú, un caso que era “imposible de perder”? La respuesta es clara: nuestra ancestral psicosis legalista. ¿Acaso nuestros mandatarios no saben que la política y la justicia están profundamente ligadas, especialmente en derecho internacional? ¿No saben que todo dictamen es impredecible, especialmente los de La Haya? ¿Que los juicios no se ganan simplemente con convicción o con pruebas y convenios supuestamente imbatibles? ¿Acaso no saben que la justicia no es infalible, que los jueces de La Haya tienen su propia agenda, partiendo por el interés de conseguir nuevos trabajos? No es de extrañar entonces que dicho tribunal se haya declarado competente.
Nuestras autoridades, atrapadas entre este entuerto legalista y la imagen de país serio, desean continuar con esta comedia de errores, a pesar del peligro de que Bolivia salga con la suya. ¿Está la mayoría del país dispuesta a legitimar esta estrategia? No lo creo. Chile debe actuar soberanamente, con pragmatismo y sinceridad. Ello significa decirle a Bolivia –aunque se instale una polémica majadera– que abandonamos la jurisdicción de la Corte Internacional, pues no estamos dispuestos a ceder soberanía alguna, y el conflicto debe ser negociado bilateralmente. Por lo demás, no seríamos los primeros. En 1977, en el conflicto de las islas del Beagle, La Haya dictaminó a favor de Chile y Argentina rechazó la sentencia. También Colombia decidió retirarse del Pacto de Bogotá, y así de la jurisdicción de La Haya, cuando perdieron el juicio interpuesto por Nicaragua. Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia, Rusia y China, en diferentes casos, no han cumplido fallos que han considerado injustos o contrarios a su interés estratégico. Las potencias no discuten allí sus conflictos fronterizos.
Chile aportaría a la jurisprudencia internacional si establece que los países chicos tienen el mismo derecho que las potencias a defender sus intereses, cada vez que un tribunal internacional desconoce acuerdos bilaterales que están oleados y sacramentados; especialmente, si se trata de un conflicto zanjado hace más de un siglo con sangre, sudor y lagrimas. Si nuestros gobernantes están en desacuerdo con esta estrategia, sometámosla a plebiscito. Más que mantener la imagen de país serio, sería más conveniente ser vistos como un país soberano y democrático, que honra la voluntad de la mayoría ciudadana.