La calidad en riesgo
“El objetivo es implementar reformas a cualquier costo, para cambiar el modelo”.
He tenido tres experiencias reveladoras de lo mal que estamos haciendo las reformas. Una mujer campesina, que vive a más de una hora de Osorno, logró con el esfuerzo de su hija y su familia que ella ingresara a estudiar a un liceo particular subvencionado que imparte la especialidad de enfermería. La chica llevó las mejores notas de su escuela y quedó seleccionada. La madre exultaba orgullo hablando de su hija. Ella paga 20 mil pesos mensuales, además de 50 mil para que la niña viva en la casa de un familiar. “Estará contenta entonces con que el colegio será gratuito”, le comenté. “No”, me dijo. “Todos los alumnos de ese colegio se esforzaron por entrar allí, ahora va a entrar cualquiera”, explicó. Encontraba injusto que no se reconociera el mérito y creía que el colegio podía empeorar.
La segunda experiencia la he visto personalmente en colegios de sectores muy vulnerables. En vez de aumentar la matrícula al volverse gratuitos, están perdiendo a sus mejores alumnos. Los padres preguntan si el colegio va a pasar a ser público, o tendrán acceso niños de mayor riesgo social. Se trata de establecimientos que no seleccionan, que cobran menos de 10 mil pesos y en los cuales la mayoría de los alumnos ya tiene beca. Sin embargo, creen que con la gratuidad van a ser menos exigentes y con peor disciplina. La inclusión es percibida como un riesgo. Triste, pero cierto.
Mi tercera experiencia fue un seminario, organizado por la Fundación Oportunidad, sobre cómo incrementar la calidad escolar. El director para el mejoramiento de calidad de Escocia, Jason Leitch, explicó que en su país la calidad es un objetivo central. Lo más lindo es el compromiso con los ciudadanos: “Hacer de Escocia el mejor lugar del mundo para que los niños aprendan”, o, lo mismo, para que los adultos envejezcan, y para que las madres tengan hijos. Sus reformas buscan hacer bien las cosas, en los hospitales o las escuelas, poniendo en el centro a las personas, no a las estructuras.
Eso es exactamente lo contrario de lo que estamos haciendo. El objetivo es implementar reformas estructurales a cualquier costo, para cambiar el modelo. El argumento es que las actuales instituciones —en educación, salud, previsión, incluyendo la Constitución— han impedido que el país sea más igualitario e inclusivo. Por eso, el foco está en crear nuevas instituciones, en vez de reformar las actuales y mejorar su gestión. Es una visión legítima, pero los hechos están demostrando que no son éstas las reformas que los chilenos esperaban; que no garantizan la inclusión ni menos la calidad, y que estamos perdiendo un tiempo irrecuperable tratando cumplir unas promesas que no lograrán los objetivos deseados.