Merecemos un buen acuerdo
Por Fernando Balcells
Por Fernando Balcells
La mitología de la soberanía no viene sólo acompañada de una pretensión al poder absoluto, sino de una radicación del orgullo nacional en la fuerza desnuda. Se habla de “negociar”, pero se discute si Chile debe o no “ceder soberanía”. Ésta es una ficción jurídica ilimitada y equívoca. La soberanía no se puede poseer en un acto unilateral, puesto que, en la realidad, consiste en formas diversas de coordinación de los actos de los Estados en los territorios bajo su dominio.
Nos merecemos un buen acuerdo, pero nos hemos entrampado en el lenguaje de la soberanía, en el que de común acuerdo se ha falseado el conflicto de un modo que conviene a los que en Chile y Bolivia prefieren mantenerlo abierto.
Hay una extemporaneidad y una idealización del poder en el lenguaje de la soberanía. Se busca poner en juego la humillación de la contraparte y el ennoblecimiento propio. Este es un juego peligroso y en el mejor de los casos, inconducente.
Bolivia tiene que despejar y aterrizar su ambición. Esto es complejo y requiere legitimidad política. Se trata de dar por saldada su principal reivindicación histórica y reemplazarla por un objetivo menos evidente: dar un uso histórico a la eventual ampliación de su salida al mar. Si Bolivia no delinea estos objetivos y acota su ambición, las posibilidades de acuerdo son escasas.
Para Chile, el desafío es reajustar radicalmente el planteamiento del problema. No tiene por qué ceder, pero puede conceder. No puede ser obligado, pero puede estar dispuesto a intercambiar nuevas concesiones y nuevas articulaciones amistosas. Esa disposición requiere que Chile sea seducido por un futuro distinto.
Por supuesto, las exigencias de legitimidad ciudadana van a ser más difíciles y apremiantes. No hay posibilidades en democracia de sorprender a los chilenos con un acuerdo precocinado. No es que la negociación no deba tener ámbitos de secreto y momentos de discreción, pero el debate, en general, debe ser abierto.
Es probable que Chile en el pasado haya negociado, más que de mala fe, con poca fe. Independientemente de sus convicciones, ningún gobierno chileno se ha atrevido a llevar adelante una negociación de cara a la gente. Chile tiene por delante dos negociaciones; una interna, que es previa, y otra con Bolivia. Es hora de empezar a conversar en público y sin descalificaciones.