My way, no más
Por Roberto Merino Ha sido el propio Matías del Río, quien, a través de los años, ha hecho el acopio de sus desventajas: se ha definido como sobreviviente del Ritalín, disléxico, disgráfico, miope, zurdo, poco agraciado, chascarriento, niño cacho, niño problema, inepto que ha sabido ponerse a la sombra de individuos inteligentes. La fuerza necesaria […]
Por Roberto Merino
Ha sido el propio Matías del Río, quien, a través de los años, ha hecho el acopio de sus desventajas: se ha definido como sobreviviente del Ritalín, disléxico, disgráfico, miope, zurdo, poco agraciado, chascarriento, niño cacho, niño problema, inepto que ha sabido ponerse a la sombra de individuos inteligentes. La fuerza necesaria para lograr el éxito parece haber venido en su caso de flaquezas como éstas. Del Río representa, en este sentido, el tipo humano que antes se conocía como antihéroe.
Formado en el periodismo escrito, su salto a la televisión lo puso en un lugar difícil, un escenario abierto a las opiniones cruzadas en un tiempo en que campean “las hordas con vocación de linchamiento”.
Su posición política es un enigma. Hay quienes piensan que Del Río utiliza un discurso objetivo que disfraza su esencia derechista, afín al sistema imperante. Otros suponen que defiende libertades que está muy lejos de practicar, y que eso genera desconcierto. Un columnista criticó su “neutralidad extremista”, y alguna vez, saliendo de un restaurante, fue atacado por un tal don Teodoro, que lo trató de “comunista de mierda” y lo acusó de haber incidido en el triunfo de Michelle Bachelet, acontecimiento que hizo quebrar a una empresa de la que don Teodoro era propietario. Algo aclara el propio Matías sobre este punto: “Desde el 88 que mi voto ha sido mayormente para la Concertación, pero también he votado de UDI a socialista. Yo voto por la persona, no por el partido”.
A pesar de moverse en las aguas más bien grises del periodismo político, ha sido material de tandeo permanente. Kramer lo imita echando el torso hacia adelante mientras agita los brazos aleteando. Larry Moe ha dicho que parece vestido como para ir de picnic, pero en los años 60.
Da la impresión de que Matías corre como caballo con anteojeras hacia los objetivos alumbrados por su voluntad y que no lo arredra la chilenada cáustica. En las charlas que suele ofrecer contando su experiencia siempre se congratula de haber tomado los caminos no tradicionales. “My way, no más, my way”, ha dicho para graficar el curso de su vida.