Segunda mirada: Un premio sin glamour
Por M. Vergara El Premio Nobel de la Paz no es un concurso de popularidad, pero muchas veces funciona como tal. No importan mucho los cuestionamientos: quien lo recibe es ungido de inmediato como una celebridad. A veces ocurre que el Nobel y su ganador se retroalimentan mutuamente, cuando este último es tanto o más […]
Por M. Vergara
El Premio Nobel de la Paz no es un concurso de popularidad, pero muchas veces funciona como tal. No importan mucho los cuestionamientos: quien lo recibe es ungido de inmediato como una celebridad. A veces ocurre que el Nobel y su ganador se retroalimentan mutuamente, cuando este último es tanto o más popular que el primero. Ha ocurrido con gente como Henry Dunant, fundador de la Cruz Roja; Martin Luther King, Teresa de Calcuta, Nelson Mandela y, más recientemente, Barack Obama o Malala Yousafzai.
En ese sentido, la atribución del premio al Cuarteto de Diálogo Nacional, en Túnez, fue una pequeña decepción para el marketing de este cetro. Los más entusiastas apostaban a figuras como el Papa Francisco o la Canciller alemana Angela Merkel. Nadie duda de la contribución de este grupo a la paz en Túnez y, en general, al aterrizaje de la Primavera Árabe. Pero será difícil verlos dando entrevistas en revistas femeninas o sus caras estampadas en una polera.