• El Mercurio
  • Las Últimas Noticias
  • La Segunda
  • Soychile
  • Avisos Económicos
  • La Segunda Legales
  • Actualidad
  • Política
  • Economía
  • Espectáculos
  • Deportes
  • Contacto
  • Redacción
  • Debate de ideas
  • Sociedad Anónima
  • Cine, TV y Cultura
  • Deportes
Redacción
  • Inicio
  • Columnistas
    • Alfredo Joignant
    • Cristina Bitar
    • Eugenio Guzmán
    • Gonzalo Müller
    • Guillermo Larraín
    • John Biehl del Río
    • Jorge Edwards
    • Juan Carlos Altamirano
    • Leonidas Montes
    • Luis Eugenio Silva
    • Margarita María Errázuriz
    • Mariana Aylwin
    • Oscar Guillermo Garretón
    • Rafael Aldunate
    • Ricardo Solari
    • Sergio Melnick
  • Editorial
  • Foco político
  • Foco legislativo
  • Archivos
  • Cartas
Inicio» Columnistas » Jorge Edwards » Un país normal

Un país normal

“El peronismo dividía al país en dos partes, formada, una, por los buenos argentinos, y otra por los malos, de derecha, de extrema izquierda, de lo que fuera”.

Publicado el 30/10/2015

Las elecciones argentinas del domingo 25 de octubre fueron un cambio extraordinario, saludable, que dejará huella en todo el panorama de América Latina. Aun si Daniel Scioli ganara en la jornada final, el cambio ya se habrá producido. Hubo dos hechos fundamentales: el candidato del kirchnerismo fue obligado a pasar a segunda vuelta, a pesar de contar con todo el apoyo oficial, con todas las complicidades imaginables, y el peronismo perdió en su bastión tradicional, la provincia de Buenos Aires. Ahora bien, la derrota electoral del peronismo, evidente, indiscutible, es buena noticia en América, en España, en todo el mundo democrático.

Algunas voces interesadas declaran que el triunfo de Macri sería un acercamiento a la derecha. Es un enfoque tramposo, que trata de ayudar a Scioli de cualquier manera, en momentos en que el problema político de Scioli consiste, precisamente, en desmarcarse a toda costa del kirchnerismo. En otras palabras, hay un Scioli de después de las elecciones del 25 que demuestra la magnitud del cambio que ya se produjo.

En los días finales de la campaña, el equipo de Mauricio Macri demostró que comprendía el tema de fondo con claridad. No se trataba de acercarse a la derecha o a la izquierda. Se trataba de salir de una situación anormal, prolongada a lo largo de años, excluyente, marcada por la más absoluta desconfianza frente a la libertad de expresión, a la de una democracia normal, moderna. Por eso Macri, con buena intuición, subrayó su intención de gobernar para todos los argentinos, sin excluir a nadie. Ahora da la impresión de que el electorado argentino comprendió bien el mensaje. Y si es así, Mauricio Macri debería ganar con claridad en la jornada del 22 de noviembre.

El fondo del asunto consiste, a mi juicio, en que el peronismo dividía al país en dos partes, formada, una, por los buenos argentinos, y otra por los malos, de derecha, de extrema izquierda, de lo que fuera. “No conozco más que dos partidos, el de los buenos y el de los malos ciudadanos”, declaró en una oportunidad Maximiliano Robespierre. La consecuencia directa de esa visión fanática, divisoria, de la sociedad, fue la creación del Comité de Salud Pública, que calificaba a los ciudadanos y mandaba a los malos a la guillotina. Los movimientos sectarios de América Latina han seguido esa inspiración jacobina original, aunque no hayan tenido siempre la fuerza suficiente como para suprimir a sus enemigos. Pensemos en los “gusanos” de Fidel Castro, en los traidores y apestados del presidente Maduro, en los malos argentinos del peronismo de hace ya muchas décadas, en los “señores políticos” del pinochetismo. El error original de Salvador Allende, en Chile, quedó a la vista en una de sus primeras declaraciones como gobernante, cuando dijo, con notorio y peligroso simplismo, que no sería el presidente “de todos los chilenos”. A partir de ahí, hubo un proceso dramático, de lógica implacable, en el que cada paso llevaba al abismo. Cualquiera que sea nuestra ideología o nuestra visión de las cosas, no podemos esquivar los desarrollos reales. “La inflación va a provocar la destrucción de la burguesía”, le dijo un ministro de Allende al poeta Pablo Neruda. Fui testigo directo de ese curioso intercambio. “No”, le contestó el poeta, con una especie de tranquila severidad, “la inflación nos va a destruir a nosotros”.

El kirchnerismo había aprendido algunos temas y prefería manipular las estadísticas, con astucia simplona, pero la inflación crecía por debajo de todo y producía sus efectos. A mí me parece positivo y extraordinario, ahora, después de tanto, que el sistema electoral argentino haya podido demostrar su eficacia. La voz de la calle, de la gente, de los argentinos de a pie, del campo y de la ciudad, se manifestó con claridad extraordinaria. Como si no creyera en la sensatez de las personas, en la orientación electoral perfectamente bien manifestada, en el obvio deseo de cambio, la presidente de las madres de la Plaza de Mayo hizo declaraciones tajantes, grotescas, que sólo sirvieron para dejar en evidencia su mediocridad política. Yo, debido a mis más que probables deformaciones literarias, me acuerdo en estos días de algunos argentinos ilustres, y entre ellos de Jorge Luis Borges. Una de las primeras medidas del gobierno de Juan Domingo Perón, en sus orígenes, consistió en trasladar a Borges desde la biblioteca pública en la que trabajaba, leía y escribía a jornada completa, a un gallinero municipal. Fue un traslado simbólico, revelador, que muchos no entendieron y que muchos todavía no entienden. Demostraba que estos movimientos americanos fundacionales, que pretenden suprimir el pasado en nombre de una supuesta justicia distributiva, producen, de hecho, formas de injusticia generalizada y de anticultura. Encontré a Mauricio Macri una vez, hace cuatro o cinco años, en su calidad de alcalde de Buenos Aires, en un homenaje a Borges realizado en la antigua biblioteca municipal del barrio de Boedo. Decidí que Macri, con o sin derecho a voto de mi parte, era mi candidato. Hasta ahora no he cambiado de idea. En la política, la simetría y la geometría son engañosas. Macri acerca a su país a la normalidad democrática. Y si Scioli ganara al final, no podría ser el mismo de antes de las elecciones del domingo 25 de octubre. De manera que hay progreso, a pesar de todo, y gracias a unas elecciones libres.

Jorge Edwards

  • El derecho a la historia

    “Chile ostenta una historia densa, compleja, que valdría la pena examinar con seriedad y cuyo examen sería útil”.

Editorial

Una nueva era para Argentina

Parece claro que Daniel Scioli, candidato del oficialismo, se impondrá mañana en la primera vuelta de las el…

Foco Político

Desconfianza y consenso

Esta semana, el SII ha hecho una denuncia para que la Fiscalía Oriente investigue los eventuales delitos trib…

Foco Legislativo

Fragmentación del Congreso

Uno de los posibles efectos de la reforma electoral que más debate ha generado es la eventual fragmentación …

Búsqueda por fecha

octubre 2015
L M X J V S D
« sep   nov »
 1234
567891011
12131415161718
19202122232425
262728293031  

Lo más

  • Leído
  • Comentado

      (c) 2012 La Segunda | Blog de Redacción