A contrapelo
Roberto Merino Uno de sus hijos ha deslizado que Cristián Labbé entiende la vida como una cuestión adversa. Que Napoleón en el ostracismo y en el destierro es una imagen importante en su concepto del destino humano. Boina negra, paracaidista, instructor de comandos, miembro de la Dina, encargado de la seguridad de Contreras y de […]
Roberto Merino
Uno de sus hijos ha deslizado que Cristián Labbé entiende la vida como una cuestión adversa. Que Napoleón en el ostracismo y en el destierro es una imagen importante en su concepto del destino humano. Boina negra, paracaidista, instructor de comandos, miembro de la Dina, encargado de la seguridad de Contreras y de Pinochet, profesor de filosofía política, Ahu Tahai de la Isla de Pascua, el ex coronel Labbé desde hace rato viene perdiendo batallas. Cuando perdió la alcaldía ante Josefa Errázuriz, patentó una frase: “Aquí venció de nuevo la serpiente del paraíso”. Se refería al “encanto de las cosas inocuas que no producen resultados tangibles”.
Hace un año estuvo detenido por el caso de Tejas Verdes y al salir declaró: “No es fácil para un soldado ser vilipendiado, ser humillado y ser detenido, privado de la libertad por ser un peligro para la sociedad”. Bueno, eso no es fácil para nadie, pero ahora acaba de confirmarse su procesamiento en el mismo caso. Se lo ve abotagado, como ahorcado por la corbata, sacando el habla para defenderse, para enfatizar palabras como lealtad o templanza.
Peinado hacia atrás, con el pelo un poco largo a veces formando una coleta, la figura de Labbé tiene un aura anacrónica. Recuerda la facha prototípica del opositor a la UP. Su misma voz, cuando argumenta racionalmente en las discusiones, está a punto de convertirse en otra cosa: en voz de mando o de bando.
Se diría que el espíritu de los tiempos hace fricción con el suyo. No está de acuerdo con la gratuidad de la educación, con el matrimonio homosexual ni con las farmacias populares. Su mayor equivocación como alcalde fue promover en el Club Providencia un homenaje a Krassnoff, el cosaco condenado a ciento y tantos años de cárcel. El club quedó sitiado por manifestantes enfurecidos. Hubo escaramuzas, gritos vindicatorios, piedrazos, lacrimógenas, lumazos, zamarreos de portones: la toletole generalizada.
Quizás porque se crió escuchando radio galena, da la impresión de que los canales de la comunicación actual son para él un tormento, una chimuchina incontrolable. Por esas vías le colgaron alguna vez una relación con Jacqueline, la hija menor de Pinochet. Han dicho además que aún debe treinta libros a la Biblioteca de Providencia, entre ellos el Manifiesto Comunista y cosas de Platón, de Aristóteles, de Vico.