Sábados eternos
“No es extraño que Don Francisco sea una obsesión nacional. Durante medio siglo su voz y su imagen nos han entrado por osmosis”.
Roberto Merino
No es extraño que Don Francisco sea una obsesión nacional. Durante medio siglo su voz y su imagen nos han entrado por osmosis. Se trata de un personaje proteico que ha originado tesis, polémicas, competidores y una mágica adhesión masiva. Hasta hace poco se repetía por todos lados este lugar común: si Don Francisco se presenta a candidato presidencial, gana.
No se sabe de otro individuo en la historia de Chile que haya tenido una permanencia tan prolongada en la vida de las personas. Si hubiera que integrarlo a una galería de honor de la memoria colectiva, dudaríamos si ponerlo junto a Balmaceda, el Teniente Bello o Condorito. Vive a medio camino entre la realidad y la trascendencia mítica. Puede, de hecho, si se le antoja, pasear por una calle bautizada con su nombre.
El hombre a quien los confianzudos llaman Mario y los insolentes Guatón Francisco, sigue siendo un misterio. Dicen que se aburre en Miami, que su casa es una mansión vacía, que se apaga cuando se apagan las cámaras, que mantiene en el Canal 13 una oficina que no ocupa, adornada con retratos suyos hechos por niños de la Teletón.
Otro que le hizo un retrato fue el artista Ignacio Gumucio. En la pintura aparece Don Francisco sosteniendo en los brazos a un Don Francisco tamaño guagua. Esto indica que no es un simple animador sino una entidad psicológica. Un periodista chileno, una vez que andaba a la hora de la siesta por las calles desoladas de una aldea nicaragüense, constató con pavor que a través de todas las ventanas de las casas se escuchaba la voz de Don Francisco gritando “¡se lo ganó, se lo ganó, se lo ganó, se ganó un televisor a color!”.
Cuando la BBC transmitió en directo el rescate de los 33 mineros del norte, Don Francisco estaba por ahí cerca. Lo entrevistaron y explicó a los ingleses ese concepto que para él define a nuestro país: la solidaridad. Por algún motivo ésa es su idea fuerza. Se podría decir que donde la solidaridad se insinúe, se materializará Don Francisco.
Enrique Lafourcade lo llamó Simón el Mago y Mike Patton lo llamó Don Corleone. Pepito TV le decía Guatón Copión y Mandolino, Don Chanchisco. Todo eso ha ido pasando como el agua en la intemporalidad esencial del hombre de los eternos sábados.