El sultán burlado
“Al igual que muchos de sus pares, Gustavo Hasbún empezó muy joven en la política y ostenta una impresionante diversidad de competencias…”
Por Roberto Merino
Al igual que muchos de sus pares, Gustavo Hasbún empezó muy joven en la política y ostenta una impresionante diversidad de competencias. Aparte de los asuntos comunales -fue por dos periodos alcalde de Estación Central-, no le son desconocidas las obras públicas, el transporte, las telecomunicaciones, la ciencia, la tecnología, los derechos humanos y la defensa nacional. Ha presidido o integrado comisiones en todos estos temas peliagudos.
Lo primero que salta cuando uno pone su nombre en internet tiene que ver con burlas, memes, trolleos. El título “tuiteros se dan un festín con diputado Hasbún” se ha hecho frecuente en el último tiempo. Da la impresión de que la gente no se lo ha tomado en serio, de que le han ido dando el lugar del hazmerreír del curso. En uno de los memes aparece el cura Raúl Hasbún diciéndole: “Yo soy tu padre”. En otro sale en calidad de Chavo del Ocho, con don Ramón arreglándole el pelo justo antes de pegarle el coscorrón. En otro se lo propone como humorista para el Festival de Viña. Tras la filtración de un escándalo amoroso le pusieron El Sultán y se ha reproducido su perfil en Tinder, la red que usan los jóvenes para encuentros relámpago.
“Uno se imagina que le hicieron mucho bullying en el colegio y que él repite eternamente esta escena traumática escolar”, dice un ex alumno del Saint George’s. “Es al revés; él era el que hacía bullying. Dicen que lo echaron por llevar yohimbina al colegio, pero ese es el mito. Me parece que fue más bien fue por porro y mala conducta”.
Si a Gustavo lo molestan tanto es porque él se ha puesto en un lugar propicio para ello. Es una especie de irritador profesional, obstinado en causas impopulares. No le bastó hace unos meses declarar que ponía las manos al fuego por la probidad de Jovino Novoa, sino que además agregó que se quemaría a lo bonzo por él. Al joven Avilés, herido por el chorro de un guanaco policial en Valparaíso, lo trató de delincuente, lo que le valió el desafuero. Su paseo en lancha por el lago Caburgua para ir a dejarle una carta a Michelle Bachelet quería ser una protesta y trascendió como una pantomima.