Los reyes y sus bufones
“Apostaré en la noche del jueves al viernes por la razón equilibrada, por la Ilustración escocesa e inglesa en contra del jacobinismo arrebatado, y dormiré tranquilo”.
Mientras escribo estas líneas, los habitantes del Reino Unido y algunos allegados, alrededor de 46 millones de personas, votan por la permanencia en la Unión Europea o el retiro, el exit o Brexit. El tema es, en su sentido final, en su fondo, antiguo como las mismas islas británicas, y es al mismo tiempo de rabiosa actualidad. Hace tres o cuatro semanas, los resultados del referéndum de ahora eran enormemente inciertos. Parecería que los hechos recientes inclinaban la balanza ligeramente a favor de la permanencia. El asesinato de Jo Cox, parlamentaria laborista partidaria decidida de la permanencia, por un fanático del Brexit, tuvo una influencia fuerte, impresionante, conmovedora. Nadie, sin embargo, puede predecir nada.
Los ingleses votaron en un día de temporales, y algunos piensan que el mal tiempo ayuda a los votantes más apasionados, de ideas y cabezas más duras, y mueve a quedarse en su casa a las personas mayores, más tranquilas, más reflexivas. Creo que es una perspectiva tradicional, anticuada, discutible. En su época se sostuvo que las tempestades habían provocado el descalabro de la Invencible Armada de Felipe II. Las interpretaciones fáciles, cercanas al lugar común, se repiten a lo largo de los siglos. Hay una fascinación del facilismo interpretativo, así como hay una seducción a largo plazo de la complejidad, del rigor obstinado.
No creo que el mal tiempo haya influido en los resultados del referéndum. Hemos observado siempre la singularidad británica, su carácter isleño, pero hemos comprobado también su capacidad de reflexión razonable, de acción a distancia, de influencia en el resto del mundo, de reformismo moderado, y a la vez más profundo. Los temas de lenguaje permiten entender y cavilar quizá más que las meras estadísticas o las engañosas encuestas.
La palabra Brexit, formada por las palabras Bretaña y exit, tiene orígenes remotos. En los cuartos centenarios de Shakespeare y de Cervantes puede adquirir un sentido particular. La palabra exit es la que uno encuentra con más frecuencia en la lectura de los grandes dramas shakesperianos. Cuando son varios personajes los que se retiran de la escena, exeunt. Salen, por ejemplo, Lear (el rey) y su bufón, que en la traducción española de fool podría ser también el tonto, el loco, personaje más inteligente a veces que los pretendidos inteligentes. “Ten más de lo que muestras”, dice el bufón del Rey Lear, “habla menos de lo que sabes, / presta menos de lo que posees, / aprende más de lo que debes…”.
Parte esencial del drama tiene relación directa con el lenguaje. El anciano Lear, autoritario, caprichoso, vanidoso, ha creído en las palabras tramposas, aduladoras, de dos de sus hijas, y paga las terribles consecuencias. Los ingleses de hoy encuentran aspectos de falsedad, de exceso, de burocratismo, en los textos producidos por las autoridades comunitarias de Bruselas. Pero los partidarios de la permanencia, los enemigos del Brexit mejores, más analíticos, más desconfiados frente a la demagogia, desde la parlamentaria mártir, Jo Cox, y las cabezas políticas más lúcidas, hasta escritores de la talla de Julian Barnes o de Ian MacEwan, sienten que los problemas de la comunidad se pueden enfocar mejor desde adentro, en tanto que la salida de la UE tendría efectos incalculables e irreversibles.
Pienso a menudo que el mundo intelectual español y europeo ha tenido visiones demasiado simplistas de la historia hispanoamericana y que esa actitud ha tenido más consecuencias en la propia Europa de lo que parece. Se idealizó el castrismo de los primeros años; se enfocó a los personajes de Chávez y de Maduro con evidente simplismo; se confundió al peronismo palabrero, anti intelectual, excluyente, que dividía el mundo entre buenos y malos ciudadanos, a la manera jacobina clásica, que trasladaba con arrogancia y menosprecio a un funcionario llamado Jorge Luis Borges desde una biblioteca a un gallinero municipal, y se ha pretendido que estas opciones representaban el progreso social y político. Es el rey Lear, paralizado por su edad, escuchando las palabras sinuosas, melosas, de sus hijas Gonoril y Regan, y rechazando la prudencia, la sensatez, la honestidad de Cordelia. Hay, felizmente, muchas Cordelias en nuestro mundo actual. Alguien señala desde Inglaterra, con la mayor justeza, que las dos personas más complacidas con el triunfo del Brexit serían Marine Le Pen, la directora del Frente Nacional de Francia, y el Presidente Vladimir Putin. Por desgracia, las trampas y los encantadores de serpientes existen en todos lados. La ingenuidad entusiasta es uno de nuestros peligros mayores.
Apostaré en la noche del jueves al viernes por la razón equilibrada, por la Ilustración escocesa e inglesa en contra del jacobinismo arrebatado, y dormiré tranquilo. Conoceré los resultados en la mañana del viernes durante un largo viaje en tren. Después daré término a mi tercera lectura del Rey Lear y llevaré para seguir el trayecto algún poema difícil de don Luis de Góngora y Argote.