Según el reciente Informe de Desarrollo Humano Mundial 2013 del PNUD, Chile se sitúa por segunda vez consecutiva en el primer lugar latinoamericano y número 40 en el ranking de 187 países. Pero la desigualdad marca un signo negativo en nuestro desarrollo. La igualdad de oportunidades es el único piso posible para que todos y todas podamos ejercer realmente nuestra libertad. Entonces, las propuestas para compatibilizar igualdad y libertad, es parte del debate que queremos escuchar en un año de elecciones.
Según el reciente Informe de Desarrollo Humano Mundial 2013 del PNUD, Chile se sitúa por segunda vez consecutiva en el primer lugar latinoamericano y número 40 en el ranking de 187 países.
Estos resultados no nos sorprenden dado que sostenidamente nuestro país ha evolucionado, desde hace más de tres décadas, en un alza en el Índice de Desarrollo Humano (IDH), producto de una trayectoria que combina el crecimiento económico con la implementación de políticas públicas en ejes centrales del desarrollo como son la educación y la salud.
Cabe recordar que este Índice considera entre sus variables la esperanza de vida al nacer, la alfabetización, los años de escolaridad y el ingreso per cápita, y los esfuerzos sostenidos en estos ámbitos han permitido que entre los años 1980 y 2012 se registre un crecimiento en aproximadamente 10 años en la esperanza de vida y en un 175% el ingreso nacional bruto per cápita.
Al mirar el mismo IDH ajustado por desigualdad podemos confirmar que Chile pierde un 19% de su logro en el IDH general, es decir, cae desde un 0.819 a un 0.664. La mayor pérdida, al ajustar por desigualdad, la encabeza el componente ingresos (34,1%), seguida por educación (13,7%) y salud (6,6%). En pocas palabras, la desigualdad marca un signo negativo en nuestro desarrollo. Así las cosas, no todos pueden decir con propiedad que son parte del llamado “ascenso del Sur” como ha citado esta vez el PNUD en alusión al mejoramiento sostenido de este sector del globo.
El PNUD apunta que el ajuste por desigualdad por ingresos es el más alto: 34,1%, lo que concuerda con nuestro propio diagnóstico: según la última Encuesta de Presupuestos Familiares del INE, la mayoría de los chilenos (80%) vivimos con más gastos que ingresos, y sólo el quinto quintil de la población, el 20% de mayores recursos económicos, ingresa más de lo que gasta.
Si nos concentramos en los sectores más vulnerables, observamos que este estado resulta más preocupante. Más de un 40% de las familias que pertenecen al 10% más pobre de la población, se endeudan para el consumo de bienes cotidianos, como pan, mercadería y abarrotes, entre otros elementos básicos. En definitiva, las familias en situación de pobreza subsisten gracias al endeudamiento, sin poder siquiera reunir los recursos que cubran sus necesidades más elementales vinculadas al tener.
Esto genera un malestar que quedó registrado, una vez más, en el último informe del PNUD para Chile, en donde los chilenos evaluaron con nota promedio 4 las oportunidades que el país entrega a las personas. La crítica en ese estudio estaba fuertemente dirigida a la posibilidad de gozar de buena salud, la cobertura de necesidades básicas, la participación en las decisiones del país y la seguridad frente a problemas como la cesantía, delincuencia o enfermedades.
Como sabemos, la desigualdad de oportunidades afecta directamente a miles de familias producto de la segregación residencial, el entorno de los barrios, la mala calidad de la educación de sus hijos y las dificultades para una salud oportuna; así también debido a la precariedad del empleo del jefe o jefa de hogar e incluso en el tipo de transporte que utilizan para moverse por la ciudad, entre otros aspectos.
La igualdad de oportunidades es el único piso posible para que todos y todas podamos ejercer realmente nuestra libertad. Entonces, las propuestas para compatibilizar igualdad y libertad, es parte del debate que queremos escuchar en un año de elecciones.