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En deuda con los derechos fundamentales

La problemática y deuda con los niños de nuestro país cada vez es más aguda. Por ello, es imperativo avanzar en propuestas de políticas dirigidas a este grupo, especialmente de los que viven en situación de pobreza y exclusión. Si bien estamos esperanzados respecto al Consejo Nacional de la Infancia, como sociedad debemos ser capaces de pensar cómo generar contextos de reparación, contención y mayor apoyo social.

Por Andrés Millar, Hogar de Cristo.
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Andrés Millar, director de Operaciones Sociales, Hogar de Cristo

Este pasado domingo chilenos y chilenas celebramos el Día Internacional del Niño, como una jornada consagrada  al festejo y la promoción de sus derechos en todo el mundo. Sin embargo, y pese a la alegría y varieté de escenarios que pudimos disfrutar con los más pequeños del hogar este fin de semana, es imposible no aprovechar la ocasión para evidenciar que aún nuestro país sigue teniendo una enorme deuda con parte importante de este grupo de la población: miles de niños en Chile, quienes junto con ser pobres ven vulnerados a diario derechos vitales como la protección, la educación, la salud y el cuidado de sus familias.

Cuando nuestro país en 1990 ratificó la Convención de los Derechos del Niño, con esto asumió el compromiso de asegurar los derechos para todos ellos sin ninguna distinción. Pero, ¿cuánto hemos avanzado en este compromiso?

Sólo algunas pocas cifras que colaboran en esta respuesta, nos podrían indicar que el desafío aún sigue pendiente después de 25 años. Por ejemplo, según el Anuario Estadístico de SENAME 2011, más de 23 mil -de alrededor de 70 mil niños y jóvenes pobres que han sido vulnerados en sus derechos- no tienen acceso a servicios de protección y reparación. Otra muestra es que de los más de 197 mil niños que viven en situación de extrema pobreza, cerca del 90% de ellos no logra acceder a ningún dispositivo de apoyo, prevención y promoción de derechos para paliar las diversas dificultades y/o vulnerabilidades que diariamente se les presentan.

Sabemos que la problemática y la deuda con los niños, niñas y adolescentes de nuestro país cada vez es más aguda. Por ello, es imperativo avanzar en propuestas de políticas dirigidas a este grupo, especialmente de los que viven en situación de pobreza y exclusión.

Si bien estamos esperanzados respecto al Consejo Nacional de la Infancia formado recientemente en marzo de este año, y que pronto propondrá medidas para esta problemática social en Chile, como sociedad debemos y tenemos que ser capaces de pensar cómo generamos contextos de reparación, de contención, de mayor apoyo social, que sean capaces de hace sentir a los niños, niñas y adolescentes, respetados, valorados, escuchados, cuidados y/o queridos.

Para llevar a cabo este proceso es clave apoyar a las familias -que dada su condición de vulnerabilidad y exclusión-  no cuentan con redes de apoyo para el cuidado de sus hijos: una sala cuna y jardín infantil con amplio acceso y con diversas modalidades, una escuela capaz de sostener a todos sus niños, donde no haya permiso para la exclusión y la expulsión, programas sociales que permitan antes que todo PREVENIR las situaciones de riesgo a las que se ven enfrentados, programas de promoción y prevención en barrios y poblaciones, etc.

También es importante favorecer la existencia de factores protectores de la infancia, acrecentarlos y prolongarlos para los niños y adolescentes que han sido vulnerados en sus derechos fundamentales y que están en mayor desprotección; asociados al maltrato, al consumo problemático de drogas, a las redes de explotación sexual, al trabajo infantil, a la vida en la calle y donde muchos de ellos, debido a las circunstancias que les ha tocado vivir, han desarrollado una autonomía e interdependencia al margen de nuestra sociedad.

Por último es indispensable que como hermanos, amigos y padres no sólo pensemos en ellos sino también con ellos, desde sus recursos, fuerzas y capacidades, con el fin de detectar cómo nuestra sociedad les puede ofrecer nuevas oportunidades a una vida mejor. Un proyecto que creado en conjunto nos permita otorgarles espacio para sanar, contener, acompañar, para estar de manera incondicional y para tramar de nuevo una red que les sostenga de manera confiable en un país donde ya les fallamos una vez.