Aquellos que honestamente buscan construir una empresa socialmente responsable no pueden usar cosméticamente el marketing social, las dádivas y donaciones para lavar su imagen, para congraciarse con la ciudadanía o para mostrarse mejor que otros… Hay que desarrollar el discernimiento ético en el mundo de los negocios, ser capaces de diferenciar lo que es bueno, verdadero y justo de aquello que causa daño, engaña y amplía la injusticia.
Cencosud ha perdido en la Corte Suprema de Chile uno de los juicios en defensa de los consumidores del retail más emblemáticos de la última década, al otro día –el viernes 26 de abril- la Torre que construye dicha empresa en la avenida Andrés Bello amaneció cubierta por una fría neblina, los tiempos han cambiado y ya no serán los mismos. Para hacer negocios en la sociedad contemporánea hay que ser socios: de los proveedores, de los clientes, de los trabajadores (propios y externos), de la comunidad que los circunda, de la ciudad, del país y de los accionistas.
En este nuevo contexto no sólo la ley –o sus omisiones– deben guiar nuestras decisiones en los negocios sino que en éstos jugará un rol cada vez más protagónico en la consciencia de las personas (directivos, ejecutivos y empleados), su análisis y discernimiento ético, para vislumbrar lo que es bueno, justo y verdadero. Sobre esto deseo aportar con sencillez y respeto algunas reflexiones.
¿Puede una empresa estar tranquila si al visitar sus proveedores en Bangladesh, India, Indonesia, China, Vietnam, etc. observa que las condiciones laborales, el trato hacia los trabajadores, las medidas medio ambientales, etc. son inhumanas, destructivas e inmorales?, ojalá que la conciencia de los directivos y ejecutivos de las empresas del retail que compran en esos lugares se afecte íntimamente por lo que allí ocurra y no se ‘laven las manos’ ni se ‘hagan los ciegos’. No puedo sacarme de la cabeza esas niñas calcinadas en una fábrica de muñecas hace unos años atrás ni la brutalidad de lo ocurrido la semana pasada en Bangladesh, ¿cuánta de nuestra ropa se hizo allí o en lugares similares altamente riesgosos, indignos y brutalmente inhumanos?. Muchos economistas y analistas se llenan la boca con elogios acerca del crecimiento en esos países, ¿quiénes de ellos han recorrido ese submundo donde los seres humanos son tratados casi como esclavos para que luego tengamos nosotros lindos y baratos zapatos, vestidos, pantalones y camisas?
¿Es posible construir fidelidad luego de burlar y engañar a los clientes que han confiado en una empresa?, si ellos han debido pagar algo injusto, algo frente a lo cual se vieron obligados a aceptar por una decisión unilateral, con justicia se preguntan hoy: ¿somos o no socios, quieres ayudarme o perjudicarme? Quién se enriquece a costa del aprovechamiento y del engaño de sus clientes pronto verá oscurecer su propia humanidad, y seguramente el derrumbe no lejano de sus negocios ya que serán de aquellos que contribuirán a profundizar las desconfianzas, el sentimiento ciudadano de desprotección y la consecuente violencia.
¿Qué sueldo reciben los trabajadores de estas empresas, viven dignamente? ¿Qué salario y beneficios tienen los empleados externos, los llamados tercerizados que muchas veces son la mayoría?, hay empresas que se han ganado premios por responsabilidad social, o han presentado informes de sustentabilidad muy delicados, pero que no analizan con profundidad que ocurre con la vida de sus ‘colaboradores’, con su educación, salud y vivienda, ni menos se han preguntado qué vida llevan el 40% o hasta 70% de sus trabajadores tercerizados, por ejemplo. ¿Qué beneficios reciben todos ellos de las ganancias obtenidas por estas empresas? ¿Les interesa a sus accionistas y controladores lo que ocurre en su existencia, en sus familias, o simplemente son un número más y ven la “última línea”?
¿Qué buscan los accionistas al invertir, sólo rentabilidad sin importar su costo? Si están dispuestos a evadir o eludir los tributos que en justicia deben pagar (y que permiten respetar la dignidad de otros gracias a políticas sociales fundantes como la educación), o simplemente se aprovechan de ventanas legales-tributarias para acumular mayor riqueza a costa de la pobreza y falta de oportunidades de otros, o si esconden sus ganancias en paraísos financieros como Bermudas o Islas Vírgenes, las dificultades se multiplicarán y el ambicionado desarrollo integral nunca llegará. ¿Les preocupa efectivamente el país en que viven o es más importante el cuidar sus riquezas?, ¿cómo conciliar ambos intereses que la gran mayoría debe tener como motivación de su actividad empresarial? Hay que desarrollar el discernimiento ético en el mundo de los negocios, ser capaces de diferenciar lo que es bueno, verdadero y justo de aquello que causa daño, engaña y amplía la injusticia.
Aquellos que honestamente buscan construir una empresa socialmente responsable no pueden usar cosméticamente el marketing social, las dádivas y donaciones para lavar su imagen, para congraciarse con la ciudadanía o para mostrarse mejor que otros.
La Torre no se dejó de ver en un momento de esa mañana, ojalá que sea el presagio de que sostendremos entre los miembros de nuestra sociedad una relación más madura, menos especulativa y aprovechadora, más honesta y sincera, donde efectivamente hagamos negocios en libertad pero respetando la dignidad de las personas, poniéndonos en su lugar y asumiendo los costos que implica ser socialmente responsables y éticamente maduros (con un desarrollo de la consciencia moral acorde a nuestra edad).
En este ámbito la disyuntiva es bien clara: o construimos nuestras empresas sobre ‘un valor compartido’ (cómo ya varias lo están haciendo) que se alimenta de la sana competencia, y provoca confianza, cohesión social y seguridad, o lo hacemos desde una especie de ley de la selva donde el “vivo” gana al tener información privilegiada o al aprovecharse de la necesidad de las personas, de los vacíos legales o del desconocimiento ciudadano (lo que todavía varios hacen y son elogiados), siendo con ello cómplices de una atmósfera social agresiva, chaquetera, que nutre la desconfianza y el temor al otro. La riqueza generada por el primer camino crece más lenta, pero es más segura. Por la segunda ruta tendremos en algún momento que dar cuenta de la ‘indignidad creada’ y de la ‘sangre derramada’. Los negocios tienen que ver –y mucho– con la ética, quienes hoy los dirigen ¿están preparados para ello?